El Balneario de las Caldas del Besaya, el más antiguo de Cantabria
El nombre de Caldas (aguas cálidas) rememora un aprovechamiento antiguo, quizá desde época romana. EL que las cercanías estuvieran repobladas ya en el siglo IX (y quizá a fin de siglo VIII) y también la existencia de una cercana ermita románica, demuestran la utilización de las fuentes termales al menos desde la Alta Edad Media. Dicha ermita se transformó en 1683 en convento de dominicos construido en líneas severas y rígidas. La iglesia tiene planta de cruz latina y excelentes retablos churriguerescos. Se venera la Virgen con el Niño, una obra del siglo XIV. El retablo mayor, de fuerte dorado y barroquismo, es obra de fray Alessandro. Destacan las cinco tablas flamencas, que se atribuyen al «Maestro de Santa Gúdula», de Bruselas, y datan a finales del siglo XV.
El Balneario de las Caldas del Besaya se encuentra a 62 metros sobre el nivel del mar y a 6 kms. de Torrelavega. En este punto las Hoces del Besaya están formadas por macizos calizos que retiene y liberan aguas termales de forma constante, a través de las fallas más importantes. Estos manantiales brotan permanentemente a una temperatura de 37 grados y han sido captados y canalizados hacia el balneario. En total son cerca de un millón de litros al día el caudal de aportación de aguas clorurado-sódicas, bicarbonatadas y radiactivas, que actúan eficazmente en la cura de todo tipo de reumatismos. El 15 de noviembre de 1753 el viejo «Camino de las lanas» o «Camino de las harinas» que discurría por este punto y a lo largo del Besaya, alcanzó el rango de «Camino Real» mejorando notablemente las condiciones de transporte de los productos castellanos que se dirigían a nuestros puertos costeros, para su exportación a ultramar. EL Balneario se encuentra junto a la parada del ferrocarril a través el antiguo puente de lomo de asno. Años después pasaría la carretera general y todo ello contribuyó a facilitar las comunicaciones del Balneario, aunque actualmente están todas ellas en desuso pero no por ello el número de viajeros haya disminuido y siguen siendo muy concurridos.
Un nuevo balneario en el siglo XIX
El 7 de noviembre de 1803 los regidores del lugar de Barros, en el valle de Buelna, afirmaban que no tenían medios para ejecutar la obra con el fin de promover los beneficios de las fuentes minerales que se encontraban junto al río Besaya frente al convento de Nuestra Señora de las Caldas por lo que solicitaron ayuda del Consejo Real «que los sobrantes del viaje del camino real que quedan a disposición del Real Consulado de Santander se les conceda la cantidad de 200.000 reales, pagaderos en 20 ó en 10, o en menos años».
Dos días después informaba el concejo de Barros «apenas si habrá una obra más necesaria que la composición de la Fuente mineral de las Cladas… y la formación de sus baños. Todos saben las singulares virtudes de este fecundo mineral. Las reúnas, las erisipelas, los dolores de vientre, las obstrucciones, se curan con el uso de ellas ya bebidas, ya en baños. La parálisis se modera con otros admirables efectos que han dado motivo a la visita de gentes nacionales y extranjeros, en especial franceses.»
El aprovechamiento hasta entonces de las aguas había sido escaso pues la caseta que servía para el baño «no ofrece ninguna comodidad ni resguardo para la decencia». Cerca solo había dos malos mesones o tabernas que atendías a los comerciantes y viajeros. «Es indispensable construir una casa capaz con habitaciones a propósito». La obra debía ponerse en manos de algún arquitecto de prestigio.
El arquitecto Mayor de Santander, Don José de Alday Fernández trazó los planos para la casa y baños con separación de sexos, cuyo costo resultó en 170.000 ó 180.000 reales, cantidad imposible de agencias «por lo que piden al Rey concediera el sobrante del Real Camino de Burgos, y por 20 años destinara 10.000 reales anuales o por 10 años 20.000 reales en cada uno». El pueblo ayudaría con trabajo gratuito.
La Academia de San Fernando aprobó el proyecto a comienzos de 1808. Pero el levantamiento contra los franceses (que asaltaron y robaron el convento de sus dominicos) dejó los trabajos parados, momentáneamente, pues la obra se llevó a cabo a posteriori siguiendo casi al pie de la letra lo proyectado por Alday. Hoy puede contemplarse en su estado originario a excepción de la planta superior que es obra reciente.
Los nuevos baños tuvieron un éxito inmediato y prologando. Pascual Madoz afirmó que «Los buenos efectos que produce han motivado se construyese un magnífico edificio que sirve de habitación para los enfermos y a su lado está la casa de baños edificada con bastante gusto y elegancia en la que hay algunos cuartos o alcobas con sus camas destinadas para sudar los que se bañan. Una galería cuyas vistan caen al río Besaya, que pasa lamiendo el edificio, sirve de recreo a los dolientes que no pueden por sí disfrutar de las delicias del campo».
La reina Isabel II tomó sus baños en el balneario en 1867, de hecho, la magnífica bañera tallada de un solo bloque de mármol se conserva hoy en día y está expuesta. Entre otros personajes ilustres también acudieron el Cardenal de Toledo (además de obispos de distintos puntos de España que se alojaban en el convento) o el famoso tenor lírico Miguel Fleta que fue, uno de los cantantes de ópera más importantes de la España de principios del siglo XX.
El autor del Proyecto de Reforma Interior y Ensanche de Barcelona, Don Ildefonso Cerdá Suñer (Centelles, 23 de diciembre de 1815), verdadero artífice del urbanismo moderno, presidente de la Diputación de Barcelona y diputado en Cortes por la misma, destacado por su ideología liberal, tuvo una estancia no tan agradable, pues falleció en el propio balneario cuando tomaba un baño de vapor ignorando que padecía una enfermedad cardiaca, el 21 de agosto de 1876. El diario «La Imprenta» publicó dos días después de su muerte en Las Caldas de Besaya que «El señor Cerdá era liberal y tenía talento, dos circunstancias que en el estado español perjudican y suelen crear muchos enemigos».
El Balneario fue destinado a cuartel en la guerra civil, siendo bombardeado y desapareciendo el hotel situado al norte, construido en 1876, y sufriendo mucho el puente existente que tuvo que ser rehecho completamente en 1938. Entre los años 1957 y 1963 el conjunto de edificios fue reparado o ampliado de tal manera que hoy dispone de unas 500 habitaciones.