Monasterio de Santo Toribio de Liébana
El monasterio franciscano de Santo Toribio de Liébana se encuentra en la localidad de Camaleño, en la comarca de Liébana, en Cantabria a 410 metros sobre el nivel del mar. Fue declarado Monumento Nacional en 1953.
Este lugar alberga el Lignum Crucis que es el trozo más grande de la cruz en la que murió Jesucristo y obras del Beato de Liébana.
Es lugar de peregrinación por se uno de los lugares santos del cristianismo junto con Jerusalén, Santiago de Compostela, Roma y Caravaca de la Cruz. A principios de cada Año Jubilar Lebaniego se abre la puerta del perdón recibir a los peregrinos.
En su entorno también podemos encontrar la Cueva Santa, de estilo prerrománico, las ruinas del monasterio de Santa Catalina, la Ermita de San Juan de la Casería del siglo XVI y la Ermita de San Miguel del siglo XIII.
ORIGEN
Mediado el siglo VIII, tras la conquista musulmana de la península, comenzó la reconquista y la repoblación. Alfonso I pobló y organizó los territorios de Liébana con cristianos de la meseta entre ellos numerosos monjes que fundaron numerosos monasterios.
La fundación del monasterio de Santo Toribio de Liébana se le atribuye a Toribio, un obispo de Palencia del siglo VI que se retiró junto a sus acólitos a este lugar para vivir según la regla benedictina. En un principio el monasterio se consagró a San Martín de Turieno.
Se cree que mediado el siglo VIII los restos del obispo Toribio de Astorga fueron trasladados a este monasterio junto con las reliquias que había traído de Tierra Santa, entre las que se encontraba el Lignum Crucis. En 1512 Julio II otorga mediante una bula la celebración del Año Jubilar Lebaniego, convirtiendo a este monasterio en uno de los lugares de peregrinación más importantes del catolicismo.
Durante este siglo, en el monasterio destacó un monje, Beato de Liébana, que escribió e ilustró libros entre los que destacó Comentarios al Apocalipsis.
El monasterio originalmente era una posesión de la realeza pero Alfonso VIII se lo donó a los condes Don Gómez y Doña Emilia. Posteriormente éstos se lo entregaron, junto con el resto de sus propiedades, al monasterio de San Salvador de Oña.
Tras la desamortización de bienes eclesiásticos de 1837, la comunidad monástica tuvo que dejar el monasterio, que fue refundado por los franciscanos en 1961 tras la reconstrucción de un edificio en ruinas, lo llevó a cabo el gobierno de la comunidad de Cantabria.
EDIFICIO
El elemento más importante del conjunto es la iglesia, de estilo gótico. La construcción comienza en 1256 y se realiza con el apoyo económico de los fieles. Se construye sobre un edificio prerrománico y románico y sigue las directrices del gótico monástico (claridad de líneas y espacios y sobriedad decorativa).
La planta es un espacio diáfano rectangular, de tres naves de altura similar y tres ábsides poligonales en la cabecera. En el ábside del evangelio, el de la izquierda, se sitúa una imagen gótica en madera policromada de Santo Toribio. En cuanto al ábside central se venera la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles del siglo XVI. Todas las bóvedas son de crucería y en algunas llevan nervios de refuerzo y la decoración es muy austera, se concentra únicamente en los capiteles.
En el muro norte de la iglesia se realizó una abertura en el siglo XVIII que comunica con el presbiterio. En esta capilla encontramos un templete de madera dorada sobre un altar de piedra, aquí se encuentra el Lignum Crucis. En cuanto al acceso a la iglesia se realizan desde la fachada meridional a través de dos portadas. La entrada principal es más amplia y se realiza a través de un arco apuntalado rodeado de arquivoltas apoyadas sobre capiteles en los que se representa simbología relacionada con los sacramentos. A la derecha se encuentra el segundo punto de acceso, junto a un contrafuerte, La Puerta del Perdón, de menores dimensiones y que solamente se abre para el Jubileo. Es románica de arco de medio punto rebajado y su puerta está decorada con figuras de bronce de los Santos Lebaniegos.
Al pie de la edificación se encuentra una torre prismática en cuyo interior se encuentra el coro. Junto a los ábsides poligonales de la iglesia, las arcadas del atrio dan acceso al claustro monástico del siglo XVII de estilo herreriano. En su entrada encontramos un relieve que representa al Beato, obra de Jesús Otero.
Su fachada es muy similar a la de la Abadía de los Cuerpos Santos, la actual catedral de Santander.